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Somos ¡la caña!

por Sara Cucala, periodista especializada en gastronomía y maridajes

No se entendería la forma de vivir en España si no existieran los bares. Las barras, las terrazas al aire libre o las mesas de tabernas añejas que, en definitiva, son lugares donde grupos de personas se reúnen en torno a una bebida estrella: la cerveza.  

Irse de cañas forma parte de la manera de socializar en nuestro país. Acudimos a una cita invitados con un “¿Quedamos para tomar unas cañas?” Bebamos o no bebamos cerveza, ‘tornarse unas cañas’ es sinónimo de pasar un tiempo con un grupo de amigos, seguramente envueltos en una conversación amable y distendida.

La cerveza es una de las bebidas más antiguas y polivalentes de la historia. Pasó de ser trago divino, mejunje líquido para adorar a los dioses, a ser el trago pasional de ciertos reyes o a convertirse en una de las bebidas más populares del mundo. La caña: “Vaso, generalmente de forma cilíndrica o ligeramente cónica, alto y estrecho, que se usa para beber vino o cerveza” -definición de la RAE-. A lo que yo añadiría: “la caña es el conducto por el que comienza el diálogo sobre cualquier hecho cotidiano”

Pero, ¿qué bebemos cuando pedimos una caña?

Generalmente, de los serpentines o cañas de los bares y tabernas de todo el país, lo que sale es una cerveza ligera, brillante, de espuma blanquecina, herbácea y amarga en boca. Son cervezas de trago rápido, que se sirven a una temperatura fresca, entre 0,5 a 4,4ºC. Es decir, lo que nos ponen cuando pedimos una caña generalmente es una lager tipo pilsen, cuyo porcentaje alcohólico no suele superar los 4,5 grados.

Según los expertos, el consumo idóneo de cerveza sería de unas tres cañas en los varones (es decir que no supere los 30 gramos de alcohol al día). Y unas dos cañas en las mujeres (unos 20 gr./día). ¿Sabéis cuantas conversaciones se pueden entablar con esa ingesta de cerveza?  El irse de cañas es sinónimo también de ‘irse de tapeo’. Es decir, que estamos muy bien acostumbrados a pedir una cerveza y que el camarero nos ponga una tapa. ¿Pero qué tapa? Generalmente, panchitos, aceitunas, pepinillos en vinagre, algún embutido…

Un acierto, digo, lo de que nos pongan un picoteo, pero, lo ideal sería que ese picoteo fuera más equilibrado y sabroso.  El combinar la caña de cerveza con ‘cualquier cosa’ da como resultado el ‘vaya, ya tengo barriga cervecera” ¿Engorda la cerveza o son los panchitos que devoramos con ella?

Una caña (200 ml) tiene alrededor de 88 kilocalorías; y en el caso de la sin alcohol esta cantidad se reduce a una media de 44 kcal/200 ml. Partiendo de estos porcentajes podríamos aniquilar el primer tabú de la cerveza: ‘la cerveza engorda’

Si nuestras cañas las acompañáramos de alimentos que pudieran equilibrar nuestra ingesta, seguramente el resultado sería diferente. ¿Qué tapas serían perfectas para ese momento social de tomarse unas cañas picoteando algo?

Por ejemplo, una ensaladilla rusa. Patata, huevo, mahonesa, guisantes, encurtidos, espárragos. Un bocado de ensaladilla está lleno de complejidad donde se mezclan los dulces de las verduras con los ácidos de los vinagres. Al combinarlos con la lager, la caña, lo que ocurrirá en nuestro paladar es que se suavizarán los amargos y los vinagres se equilibrarán. Además, este tipo de cervezas es perfecto para comer uno de los ingredientes más completos de nuestra alacena: los espárragos.

Otra de las tapas que combinarían perfectamente con las cañas tipo pilsen que nos ponen en España son los escabeches: mejillones, sardinas, jureles o pollo. De nuevo, encontraríamos el equilibrio de los vinagres, el aporte fresco de la cerveza y el punto amargo de la misma.

Por último, infalible y deliciosa, la caña de cerveza es perfecta con una paella tradicional valenciana, una de las tapas estrella en España. La cerveza potenciará los sabores a cada bocado.

¡Buen provecho!

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