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Las dietas de verano…. Y vuelta al invierno

por José Antonio López, profesor del departamento de Psicobiología y Metodología en Ciencias del Comportamiento en la UCM

Cuando piensas en perder peso, ¿en qué piensas? La mayoría en dos cosas: reducir la cantidad de comida que tomamos o privarnos de algunos alimentos específicos; o en incrementar nuestra actividad, por ejemplo, empezando a hacer algún tipo de ejercicio. A lo mejor si estamos muy motivados/as hacemos ambas cosas: hacer dieta y ejercicio.

Sin embargo, estas reducciones de peso sin planificación y asesoramiento suelen ser temporales. La dieta estricta puede funcionar a corto plazo y dar sus frutos para ciertas ocasiones puntuales, pero no a medio-largo plazo. Esto además provoca que se produzca un sentimiento de aburrimiento, de fracaso, de pensar que todo el sacrificio no ha servido para nada… y el efecto rebote tanto en peso como en agotamiento emocional y sentimiento de culpa puede ser enorme.

Además, realizar una dieta y actividad física sólo con el objetivo de perder peso no es bueno tampoco mentalmente hablando. Nuestro objetivo real debería ser tener una alimentación y un estilo de vida más saludable, lo que conllevará, generalmente (y si no hay otras enfermedades relacionadas) con una pérdida de peso regular, equilibrada y mucho más controlada y estable en el tiempo.

Así, la única manera de controlar el peso a largo plazo es cambiando nuestro estilo de vida y nuestra relación con la comida, viéndola cómo lo que es: la selección de unos componentes nutricionales que nos permiten tener una vida saludable. El cambio de alimentación no sólo debe incluir los alimentos que comemos, sino también la frecuencia y los tiempos en qué comemos.

Existen tres consejos para empezar a cambiar nuestra relación con la comida y estilo de vida:

  • Conoce lo que dice la ciencia sobre lo que es más saludable: muchas veces lo que dice la Ciencia está alejado de cosas novedosas o glamurosas, pero es lo que de verdad hay evidencia. Por ejemplo, la Dieta mediterránea, de la que hay miles de estudios que muestran sus beneficios. Conócela e intenta tomar los alimentos más recomendados más frecuentemente y viceversa.
  • Elige bien tus amistades y compañía en las comidas: es aconsejable rodearse de personas que tengan una relación saludable con la comida, para que nos ayuden a cambiar y mantener nuestro nuevo estilo de alimentación. Aún así, no hay que renunciar a socializar y a estar con amigos y familiares. Si a tus amigos les gusta tener reuniones en bares, la evidencia científica demuestra que las bebidas fermentadas, por ejemplo, la cerveza, es una de las opciones más saludables. Esto te permitirá socializar y hacer una vida normal mientras mantienes una alimentación saludable.
  • Pésate cada día: pon una pequeña libreta al lado de la báscula y pésate. El objetivo es registrar el peso y punto. No esperes algo “mágico” ni bajar de peso rápidamente. De hecho, no sería conveniente. Sin embargo, llegará un momento en el que empezarás a sentir que el peso está bajo control.

Por último, ten claro que la decisión de pasar a un estilo de vida más saludable se toma solamente una vez en la vida. Es mucho más fácil tomar una sola decisión que muchas decisiones. Elige la opción fácil. Que este invierno que venga, y el próximo, y el próximo… no lo diferencies del verano.

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