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Historia

Buscar el origen de la cerveza es prácticamente una tarea imposible, más aún si tenemos en cuenta que las cervezas prehistóricas, aparte del empleo de cereales sometidos a un proceso de fermentación, tenían muy poco que ver con las espumosas cervezas de hoy en día.

Es en la antigua Mesopotamia, cuna de algunas de las más importantes transformaciones sociales y culturales de la historia de la humanidad, donde la producción y el consumo de cerveza comienza a generalizarse. Las primeras referencias históricas, hace 6.000 años a.C., demuestran que la cerveza era consumida por la civilización sumeria con el objetivo de evitar enfermedades infecciosas que se adquirían al beber agua no higienizada.

Tan popular era la cerveza en Mesopotamia que incluso se utilizaba como forma de pago a los funcionarios de la época y, como ocurre en nuestros días, era también la bebida estrella en comidas y eventos sociales ya que tanto hombres como mujeres de todas las clases sociales la consumían.

Siglos más tarde, los egipcios la convirtieron en bebida nacional y la extendieron por todos los países vecinos y la cuenca del mediterráneo. Era la bebida de los vivos, los muertos y los dioses. Existían varios tipos de cerveza, la mayoría de ellas elaboradas con la excelente cebada que se cultivaba en el delta del Nilo. Los egipcios fueron, además, los primeros en utilizar la malta, sin duda una de las grandes conquistas de la historia de la cerveza.

El primer historiador, el griego Herodoto, destacó las propiedades medicinales de esta bebida al asegurar que era muy apropiada para los dolores estomacales y para la picadura de escorpión. Además, relata que las mujeres egipcias, muy preocupadas por su belleza y grandes expertas en cosmética, utilizaban la espuma de la cerveza para ungirse y conservar el frescor natural de la piel.

Tanto los griegos que la llamaban “zythos” como los romanos que la denominaban “cerevisia”, de Ceres (diosa griega de la agricultura) continuaron utilizando la cerveza en todos sus imperios. Hipócrates, padre de la medicina, alabó esta bebida asociándola con importantes beneficios saludables: “La cerveza es un calmante suave que apaga la sed, facilita la dicción, fortalece el corazón y las encías”.

Más tarde, a medida que se iba extendiendo la civilización a lo largo del Mediterráneo la cerveza encontró nuevas posibilidades de desarrollo. Como los sumerios y los egipcios, los vikingos veneraban la cerveza y su elaboración como una actividad divida y galos y germanos perfeccionaron la técnica de fabricación original con métodos similares a los actuales.

La cerveza contribuyó sin duda a alegrar el corazón del hombre y hacerle más soportable su existencia durante la oscura y larga Edad Media. Su elaboración y consumo estaban tan extendidos que no era algo que llamara la atención a los intelectuales de la época. Más novedoso fue, en cambio, que los monjes en sus monasterios se dedicaran no solo a hacer la cerveza, sino a mejorarla y obtener nuevas variedades. Fue en éstos donde la elaboración de cerveza se convirtió en un verdadero arte.

A finales del siglo XIII, pero sobre todo entre el XIV y el XVI, surgen los primeros centros productores de cerveza en Alemania. En ese tiempo la cerveza es de consumo generalizado entre todas las capas sociales en toda Europa, también entre la realeza.

El siglo XVIII marcó el comienzo de una época dorada para la cerveza con la introducción de la botella de cristal y la incorporación de la máquina de vapor en su elaboración en 1784. Ya en el siglo XIX se introdujeron nuevos procesos de fermentación gracias a los estudios de químicos y biólogos, pero sobre todo de Louis Pasteur (1822-1895). A partir de entonces, la expansión de la cerveza fue imparable.

Historia de la cerveza en España

La cerveza está presente en la península Ibérica desde hace al menos 5.000 años, tal y como lo demuestran las investigaciones realizadas en distintos yacimientos arqueológicos. Los hallazgos de cerveza más antiguos de Europa se corresponden con los de la cueva Can Sadurní en Begues (Barcelona), se trata de molinos con evidencias de cereal malteado, fechados en el Neolítico Antiguo (del 3.000 a.C.), así como un recipiente cerámico con restos de cerveza.

Con la caída del Imperio Romano y la invasión de la península por pueblos de origen germánico, el consumo de la cerveza se generalizó aún más. La llegada de los musulmanes en el siglo VIII marcó un paréntesis hasta la llegada de Carlos V al trono, cuando la cerveza tomó un nuevo impulso en nuestro país. La afición del monarca a la cerveza era tal que le acompañó hasta sus últimos días. Tras su abdicación en 1556 se retiró al monasterio de Yuste y allí estableció una pequeña cervecera dirigida por su cervecero personal.

A finales del siglo XVII durante el reinado de Carlos II, el Hechizado, el consumo de cerveza aumentaba progresivamente y se levantaron dos grandes cerveceras en Madrid. Más adelante, en pleno siglo XIX los habitantes de Madrid consumían ya una media de cinco litros de cerveza por año y Barcelona y Santander se convirtieron en importantes centros cerveceros.

A principios del siglo XX la producción de cerveza rondaba en España los quince millones de litros y comenzaron a formarse las grandes compañías cerveceras del país.