
¿Es lo mismo estar a dieta que mantener una alimentación sana de manera general? ¿qué es mejor?
Son abundantes las creencias nutricionales que determinan nuestros hábitos de alimentación. La realidad es que muchas veces carecen de fundamento científico. Es bastante frecuente que cuando se siguen dietas de pérdida de peso o dietas de moda que prometen mejorías en la salud se alejen del patrón saludable mediterráneo e incorporen muchos mitos alimentarios que son muy críticos con algunos grupos de alimentos. Por ello se puede estar a dieta y a la vez estar poniendo en juego nuestra salud o bien no disfrutar de todos los alimentos que podrían ser incluidos llevando a cabo un sacrifico extra sin razón de ser. Lo que debemos de hacer es aprender a comer y como consecuencia de comer de forma saludable el “efecto secundario” será cuidar nuestra salud y prevenir enfermedades y reducir la grasa corporal y perder peso.
La pauta de distribución de comidas más frecuente y habitual es un reparto de la ingesta en varias tomas, generalmente incluyendo media mañana, merienda…pero en los últimos tiempos se han puesto en boga otras alternativas dietéticas como la dieta cetógénica o el ayuno intermitente que ciertas investigaciones han mostrado como herramientas dietéticas que también pueden tener cierta utilidad. Pero los resultados no son en general significativamente mejores que el modelo mediterráneo que además se adapta mejor a nuestras costumbres, cultura, hábitos y tradiciones, y que por tanto es mucho más llevadero para la mayoría de la población.
En verdad lo que la evidencia científica nos muestra es que lo que en general importa desde el punto de vista de nuestra salud es el patrón dietético general y la evidencia es muy elevada a favor del patrón mediterráneo aunque hay otras opciones.
Es relativamente habitual que muchas dietas de moda reduzcan o eliminen (por supuestos motivos nutricionales) los productos cárnicos, pero este tipo de alimentos consumidos en las cantidades y frecuencias recomendadas no provocan efectos fisiológicos indeseados, al revés, ya que su aporte nutricional puede ser interesante (sobre todo cuando damos prioridad a carnes como pollo, pavo, conejo…).
No se puede negar la existencia de una tendencia a “preferir” por parte del consumidor a alimentos libres de gluten y de lactosa. Estos alimentos son una opción imprescindible para las personas con patologías que requieran evitar el gluten y la lactosa pero sin embargo no suponen beneficio extra de ningún tipo para aquellas personas que no padecen ningún tipo de patología que necesita su retirada. Por ello, la mayoría de las personas no requieren este tipo de productos.
Además, son numerosas las dietas de este tipo que también minimizan alimentos como los lácteos, pero la ciencia apoya su consumo (incluso en sus versiones enteras) sobre todo en el caso de las leches fermentadas como el yogur. La inclusión de este tipo de alimentos en la dieta se relaciona con menor riesgo de enfermedades cardiometabólicas y mejor control de peso.
Hay modelos dietéticos que pueden ser saludables pero que restringen sin razón de ser determinados alimentos. Algunos parten de la premisa de que las legumbres y los cereales (incluyendo las versiones integrales) son unos alimentos a los que, desde el punto de vista evolutivo, no nos hemos podido adaptar. La evidencia científica es contundente y concluye que estos alimentos, cuando son incluidos en la dieta, suponen una serie de importantes beneficios fisiológicos para nuestro organismo.
Una de las tendencias de moda es el Real Fooding que promueve los “alimentos reales”. Es una tendencia positiva porque además de obtener ventajas en la salud se consigue seguramente (también depende de la cantidad de alimentos) una reducción de la grasa corporal. Sin embargo esto no es diferente de la dieta mediterránea, con el plus de que ésta última prioriza los alimentos de temporada y cercanía lo que contribuye al cuidado del medioambiente.
Algo positivo de la dieta mediterránea es que parte de la moderación, es decir, entiende el disfrute como algo propio de nuestra forma de vida y por eso no incluye la prohibición. Es decir, parte de la premisa de que todo se puede consumir en su justa medida, todo depende del tipo de alimentos y cantidad, hay alimentos que se deben consumir de forma frecuente y en cantidades abundantes y otros de forma ocasional y en cantidades moderadas. Debemos tener claro que insistir en un consumo ocasional no quiere decir prohibición porque la ingesta puntual de estos alimentos, que además sirven para disfrutar, no incrementa el riesgo de sufrir patología alguna. Tomar unas tapas con alguna bebida fermentada (como puede ser la cerveza) entra dentro de este disfrute, de las relaciones sociales tan mediterráneas, y dejando claro que la base de la hidratación es el agua es una opción cuando es un consumo moderado en personas adultas sanas y mujeres no embarazadas. Además, para muchas personas estos pequeños caprichos son unas de las “salsas de la vida”.
Por tanto sigamos unos hábitos de vida saludable, cuidemos nuestra alimentación y…¿ por qué no?, démonos un capricho de vez en cuando.
Dr Ramón De Cangas, Dietista-Nutricionista y presidente de la Fundación Alimenta Tu Salud.
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