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José Antonio López

Empecemos con lo que la mayor parte conocemos. La Dieta Mediterránea es un patrón de alimentación ampliamente investigado que muestra beneficios para la salud cardiovascular, las enfermedades metabólicas, enfermedades crónicas, la función cognitiva y la longevidad (1-3). Y quizás menos conocido, pero igualmente de relevante, es el hecho de que la Dieta Mediterránea ejerce un papel protector en la salud mental, especialmente reduciendo el riesgo de deterioro cognitivo, depresión y ansiedad. Los nutrientes de la Dieta Mediterránea tienen componentes antiinflamatorios que contribuyen a estos beneficios (4-6).

Ahora dicho esto, imagínate que hay un camino y al final de éste te encuentras con una bifurcación dónde tienes que tomar una decisión. En un lado, opción A, te encuentras el conocimiento que ha acumulado la ciencia sobre la obtención de una buena salud, bienestar emocional y felicidad. Y en el otro lado, opción B, se encuentra también las evidencias científicas acumuladas, pero con respecto a cómo ir perjudicando tu salud física y emocional.

Vamos a imaginar que quieres hacer tu vida lo más miserable posible y decides tomar la opción B. Aquí lo que empiezas es a tomar comida rápida, ultra procesada, con mucho azúcar, sal, grasa… y toda aquella comida en la que prima un beneficio económico a gran escala para el fabricante o la franquicia de turno. Además, para hacer las cosas “como es debido”, en cada ocasión que puedes, acompañas tus comidas y ratos libres con bebidas altamente azucaradas, con la más alta concentración de alcohol posible y sin moderación. No haces nada de deporte y ningún tipo de actividad física. La única actividad frenética que tienes es la de estar chequeando continuamente las redes sociales. Decides estar la mayor parte del tiempo solo y si tienes algunos amigos o conocidos, que sean de los que siempre están hablando mal de todo el mundo y quejándose de lo injusto que es la vida o cómo funcionan las cosas.

Ahora vamos a imaginar que decides tomar la opción A, que merece la pena vivir la vida lo más sano posible, creyendo que con ello alcanzas la mayor parte de tu potencial. Y para ello, te adhieres a la Dieta Mediterránea, realizas actividad física, acompañas tus comidas y ratos libres con amigos y familiares que aprecias, y cuando tienes que beber algo, eliges agua o algún tipo de bebida fermentada, de una manera moderada, que se encuentre incorporado en la Dieta Mediterránea como el vino o la cerveza.

Ahora volviendo a la realidad. Lo mostrado arriba representan extremos que se encuentran presentes en nuestra vida. Son decisiones que tomamos a diario de una manera más o menos consciente.  Cada decisión tiene unas consecuencias. Y un conjunto de decisiones es lo que conforma un estilo de vida. Por lo tanto, podemos concluir que nuestra salud, enfermedad y felicidad, están determinadas en gran parte por nuestro estilo de vida. Y nuestro estilo de vida es la suma continúa de decisiones que tomamos. Unas decisiones suman a nuestro favor y otras decisiones restan en contra nuestra.

Hay dos cuestiones que se plantean aquí. ¿Qué ocurre en nuestra cabeza para que tomemos una u otra decisión? Y ¿Por qué a pesar de que disponemos de la información de lo que es mejor para nosotros no tomamos de manera general dicha decisión?

Simplificando mucho, pero yendo a la raíz de las cosas, cuando tomamos una decisión buscamos aumentar lo máximo posible nuestro placer y reducir lo máximo posible nuestro dolor, pero en una ventana temporal muy corta. El tiempo sería una de las principales explicaciones por las que uno toma el camino A, o el camino B. Prácticamente, todos conocemos por nosotros mismos lo que es mejor o peor para nosotros. Pero en lo que diferimos muchos es en la ventana temporal en la nos manejamos. Si esta decisión me satisface ahora mismo, o si esta decisión me satisface más a largo plazo. La primera es una decisión con miopía, tiene dificultad para centrarse en objetos lejanos, en la salud a lo largo de los años. La segunda es una decisión con hipermetropía, la incapacidad de centrarse en objetos cercanos, en la del placer inmediato.

¿Qué podemos hacer para escoger más frecuentemente la opción A? ¿Es decir, cómo podemos cambiar nuestro estilo de vida y ganar en salud y felicidad? Sin ser una lista exhaustiva, podríamos (a) Empezar con pequeños cambios que se integren de manera natural en tu día a día. No modifiques nada de golpe, céntrate en acciones sencillas y sostenibles, que de verdad puedas mantener en el tiempo, tan sencillo e igual que lavarte los dientes. (b) Lo tienes que poner fácil a lo que es beneficioso para tu salud. Si no lo ves, no lo deseas. Ten a tu disposición inmediata opciones de la Dieta Mediterránea. Si tienes que tomar algo en situaciones sociales, elige opciones más saludables como las bebidas fermentadas, vino o cerveza en cantidades moderadas. El triunfo se logra cuando decides qué comprar, no en el momento de decidir qué voy a comer/beber y tengo a mi disposición. (c) Rodéate de personas que piensan como tú en cuanto intentar seguir lo máximo posible la Dieta Mediterránea. (d) Ponlo difícil elegir opciones del camino B. Acuerda con alguien de tu confianza un castigo cada vez que te salgas de tu ruta marcada. Odia tu aspecto físico como consecuencia de tomar el camino B. (e) Crea un sistema para ti, que encaje con tu estilo de vida, trabajo, actividades. Deja por escrito cómo vas a tomar decisiones y resolver problemas o incertidumbres. Tener un sistema es lo contrario a la improvisación. (f) Lleva un registro de tus logros. Apúntalo, aunque sea en un trozo de papel, en tu bloc de notas en tu móvil, … pero apúntalo. (g) Intenta disfrutar del proceso, con amigos y seres queridos.

Tus decisiones te separan o acercan a tu salud física, emocional y felicidad. Reduce la distancia escogiendo la Dieta Mediterránea.

  1. Dinu, M., Pagliai, G., Casini, A., & Sofi, F. (2018). Mediterranean diet and multiple health outcomes: an umbrella review of meta-analyses of observational studies and randomised trials. European Journal of Clinical Nutrition, 72, 30-43. https://doi.org/10.1038/ejcn.2017.58.
  2. Guasch-Ferré, M., & Willett, W. (2021). The Mediterranean diet and health: a comprehensive overview. Journal of Internal Medicine, 290, 549 – 566. https://doi.org/10.1111/joim.13333.
  3. Sánchez-Sánchez, M., García-Vigara, A., Hidalgo-Mora, J., García-Pérez, M., Tarín, J., & Cano, A. (2020). Mediterranean diet and health: A systematic review of epidemiological studies and intervention trials.. Maturitas, 136, 25-37 . https://doi.org/10.1016/j.maturitas.2020.03.008.
  4. Fond, G., Young, A., Godin, O., Messiaen, M., Lançon, C., Auquier, P., & Boyer, L. (2019). Improving diet for psychiatric patients : High potential benefits and evidence for safety.. Journal of affective disorders. https://doi.org/10.1016/j.jad.2019.11.092.
  5. Rucklidge, J., & Kaplan, B. (2016). Nutrition and Mental Health. Clinical Psychological Science, 4, 1082 – 1084. https://doi.org/10.1177/2167702616641050.
  6. Ventriglio, A., Sancassiani, F., Contu, M., Latorre, M., Di Slavatore, M., Fornaro, M., & Bhugra, D. (2020). Mediterranean Diet and its Benefits on Health and Mental Health: A Literature Review. Clinical Practice and Epidemiology in Mental Health : CP & EMH, 16, 156 – 164. https://doi.org/10.2174/1745017902016010156.

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