Día Internacional del Deporte
El 6 de abril de 1896 dieron comienzo los Juegos Olímpicos de Atenas, los primeros juegos modernos. Por eso, la ONU escogió en 2013 esta fecha como Día Internacional del Deporte para el Desarrollo y la Paz. Ya en 2020, las circunstancias marcaron un Día Internacional del Deporte atípico si tenemos en cuenta las dificultades que hemos afrontado todos desde entonces a la hora de realizar ejercicio físico y que, en mayor o menor medida, aún persisten en este 2021 en el que seguimos conviviendo con diferentes medidas para garantizar la distancia social.
Pero quizás, esta privación impuesta por la pandemia haya servido para darnos cuenta de todo el bien que nos aporta la actividad física, no solo para la salud de nuestros músculos y articulaciones, sino también en lo que se refiere a nuestra salud mental. El deporte nos ayuda a disfrutar del aire libre, reduce el estrés, y muchas disciplinas contribuyen a socializar con compañeros, rivales, entrenadores o aficionados.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda 150 minutos de actividad física de intensidad moderada o 75 minutos de actividad física de intensidad vigorosa por semana, o una combinación de ambos. Pero no siempre es posible realizar deporte al aire libre, y más actualmente. Por eso, la OMS también ofrece consejos para realizarlo sin equipo y dentro de un espacio limitado, ya que existe gran cantidad de herramientas digitales gratuitas destinadas a alentar a las personas de todas las edades y capacidades a mantenerse activas sin salir de casa1.
Sea cual sea el escenario, cuando se realiza actividad física intensa es importante incorporar descansos entre cada entrenamiento, así como mantener una dieta saludable y una correcta hidratación tanto antes como después de realizar la actividad. Tras el ejercicio, el gua debe ser nuestra fuente principal de hidratación, y, tras su ingesta, no tenemos por qué renunciar a otras opciones saludables como el consumo moderado de cerveza.
De hecho, la relación entre cerveza y deporte ha sido objeto de diferentes estudios. Tal es el caso de sendas investigaciones que evalúan los beneficios de los entrenamientos HIIT y su compatibilidad con un consumo moderado de cerveza: la primera de ellas publicada en la revista Nutrients en 2019, denominada BEER-HIIT Study, obtuvo conclusiones similares a otro estudio publicado en 2020 por la revista Journal of the International Society of Sports Nutrition. Ambas concluyeron que los participantes que realizaron rutinas de ejercicios HIIT (entrenamientos con intervalos de alta intensidad) experimentaron una mejora en su composición corporal, tanto los que consumieron cerveza como en los que no, reduciéndose en ambos casos la masa grasa y aumentando la masa muscular. Por tanto, estos efectos positivos no se vieron influenciados o afectados por el consumo moderado de cerveza.
Al igual que ocurre con el deporte, que resulta más beneficioso para nuestra salud cuando se realiza con una intensidad proporcional a nuestras capacidades, disfrutamos más de la cerveza cuando la consumimos con moderación (y en su caso, preferiblemente en compañía y con alimentos), y además puede suponer una alternativa de hidratación tras el ejercicio.
La cerveza encaja en un patrón de alimentación compatible con de la Dieta Mediterránea. Por eso, si mantenemos una rutina de ejercicio y una dieta saludable, no tiene por qué haber razón para renunciar a la caña con los compañeros después de un entrenamiento. Lo más importante es no sobrepasar la dosis recomendada y recordar que su consumo debe ser opcional y moderado (una o dos cañas al día para una mujer y dos o tres como máximo para un varón). Además, si no queremos o no podemos beber alcohol, la cerveza SIN es una opción aún más baja en calorías.
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