
Cómo cuidar nuestra salud a través de la Inmunonutrición. Consejos para fortalecer nuestras defensas
Por Ascensión Marcos, Profesora de Investigación del Instituto de Ciencia y Tecnología de Alimentos y Nutrición (ICTAN), Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y Presidenta de la International Society for Immunonutrition (ISIN)
La famosa frase que tantas veces hemos oído: “Qué tu medicina sea tu alimento y tu alimento tu medicina”, sigue en vigencia, a pesar de haber sido citada por Hipócrates unos 400 años antes de Cristo, ya que una correcta alimentación puede evitar el riesgo de adquirir múltiples patologías.
En efecto, la alta prevalencia de enfermedades a la que nos enfrentamos hoy en día está relacionada con un deterioro del sistema inmune, a través de infecciones o de procesos inflamatorios, como consecuencia de una mala situación nutricional.
Los profesionales de la salud que tienen como prioridad la nutrición, no se cansan de avisar del gran potencial que tiene el cuidado del sistema inmune para evitar el elevado gasto sanitario que ha surgido fundamentalmente durante las dos últimas décadas y continúa en evolución. Es necesario, por lo tanto, generar y mantener un estado óptimo de alerta funcional de nuestras células inmunocompetentes durante toda nuestra vida para evitar el ataque de cualquier agente extraño que pretenda invadir nuestro organismo y así, disminuir el riesgo de todas las enfermedades no transmisibles que nos asedian constantemente.
El estudio de la Inmunonutrición, se posiciona pues, como una estrategia de prevención para cuidar la salud a través de una alimentación correcta que sea capaz de fortalecer el sistema de defensas del organismo. Y esto sucede porque las células del sistema inmunológico tienen unos requerimientos de nutrientes para poder desarrollar sus funciones.
Por ello, nuestra Dieta Mediterránea se erige como la más saludable para conseguir que las defensas del organismo funcionen apropiadamente.
Como es bien conocido, se trata de una dieta variada, equilibrada y moderada, con un bajo contenido en grasas saturadas y azúcares y un alto aporte de micronutrientes y fibra, contribuyendo a su riqueza en ingredientes antioxidantes. De hecho, está basada en un alto consumo de frutas, hortalizas, verduras, legumbres, cereales integrales y frutos secos, añadiendo en el cocinado aceite de oliva virgen, sin olvidar un consumo regular de productos lácteos, de pescado y bajo de carnes rojas.
La Dieta Mediterránea es un patrón alimentario que se complementa con la práctica de ejercicio físico y el clima de los países colindantes con el mar Mediterráneo, y que tiene múltiples beneficios para la salud. Es una dieta por sí misma antiinflamatoria.
Pero no solo hay evidencia científica sobre los beneficios encontrados en el sistema inmune a través de una buena alimentación. Se ha observado, además, la gran importancia que tienen múltiples factores del estilo de vida sobre nuestras defensas, lo que se corresponde no solo con una dieta adecuada, sino también con una actividad física diaria, una apropiada rutina de sueño y un control sobre la gestión emocional. Y como colofón, siempre con un mantenimiento de un peso saludable.
Dentro de la Dieta Mediterránea, suele haber un consumo moderado de bebidas fermentadas de bajo grado alcohólico (cerveza, sidra, vino) que es compatible con el mantenimiento de la salud, evidenciando protección ante procesos cardiovasculares y metabólicos mediante estudios de investigación. Además, hay que añadir que un consumo moderado podría conducir al establecimiento de una mayor cantidad de géneros bacterianos productores de ácido butírico, lo que se correlaciona con una mejor salud intestinal y metabólica. Lógicamente este resultado no es aleatorio, ya que, en el caso de la cerveza, es una bebida fermentada que además de aportar una cantidad de alcohol bastante baja, proporciona micronutrientes (vitaminas y minerales), además de compuestos antioxidantes (polifenoles) y melatonina, entre los ingredientes más interesantes.
Sin embargo, no hay que olvidar que el consumo de las bebidas fermentadas de baja graduación, debe ser con moderación, de forma responsable y debe ir acompañado de alimentos, siguiendo el patrón de estilo de vida mediterráneo.
En particular, para la cerveza, se entiende que un consumo moderado máximo viene a ser de unos 200-300 ml/día y para los hombres (400-600 ml/día), siempre refiriéndonos a adultos sanos. Por supuesto, no es recomendable que los jóvenes beban alcohol, así como las mujeres embarazadas y lactantes. En el caso de terapias farmacológicas, algunos medicamentos ya indican en sus prospectos la necesidad de eliminar el consumo de alcohol.
Por todo ello, dadas las características de la composición tan amplia de ingredientes que aporta la cerveza, debemos tener muy en cuenta la cerveza sin alcohol, de la que España es el principal productor a nivel mundial.