Cansancio, astenia…en primavera, ¿Qué hacer?
Ciertas personas sufren durante el periodo primaveral cierta sensación de fatiga y cansancio, notan que les faltan las energías y pueden tener problemas para dormir por la noche mientras padecen somnolencia durante el día. Además, pueden sufrir cambios en el humor e incluso decaimiento del ánimo. Es lo que se conoce como astenia primaveral y la sufre casi la mitad de la población.
A día de hoy, todavía se discute si la astenia primaveral debe ser considerada como una patología y, por tanto, si debe ser tratada o no.
Si bien no se conocen con exactitud sus causas se ha sugerido que es el resultado de una serie de cambios que tienen lugar en esta estación: más luz diurna, incremento de la temperatura y de la presión de la atmósfera, cambios en la hora (se adelanta), modificaciones en las rutinas que ahora pueden incluir más tiempo libre etc. y que derivan en alteraciones circadianas (variaciones en los “pulsos” de secreción de determinadas hormonas como endorfinas, cortisol, melatonina…) que nuestro organismo acaba “sintiendo”. Sea como fuere, en general la astenia acaba desapareciendo tras 10-20 días de su inicio aunque si hablamos de alérgicos se puede alargar ya que la alergia al polen puede incrementar los síntomas de forma importante, añadir otros y hacer que duren más en el tiempo.
Pero también hay ciertos factores característicos de la sociedad actual que pueden potenciar la astenia. De hecho se habla de fatiga social, un cansancio derivado de los ritmos de la sociedad actual y que va más allá de la primavera aunque, en esta estación (al unirse a la típica astenia) se pueda exacerbar.
Y es que el estrés, tan típico hoy en día, puede influir negativamente en nuestro patrón dietético. Debido al alejamiento del patrón dietético mediterráneo el cansancio puede ser potenciado por una alimentación deficitaria en ciertos nutrientes (por ejemplo el hierro). Asimismo el estrés puede derivar en una reducción de nuestras horas de sueño lo cual, a su vez, empeora el cansancio y altera todavía más los ritmos circadianos.
Obviamente, cuando el cansancio no es puntual y es continuo, se debe acudir al médico con objeto de que realice un diagnóstico ya que el origen puede ser nutricional (por ejemplo anemia por déficit en la ingesta de hierro) o derivado de una patología oculta (por ejemplo anemia derivado de pérdida de sangre por úlceras, fibromialgia etc…).
¿Cómo se puede combatir el cansancio?
La primera actuación siempre debe ser mejorar nuestros hábitos de vida, dormir las horas recomendadas y en horarios adecuados para descansar más y evitar alteraciones de los ritmos circadianos y racionalizar el esfuerzo (hacer deporte es beneficioso, relaja y contribuye a “tener” más energía pero una duración e intensidad excesiva y un insuficiente descanso pueden ser perjudiciales).
Además, debido a que el mero estrés puede incrementar los niveles de la hormona cortisol que se relaciona con más cansancio, ansiedad por comer etc., hacer ejercicios de relajación nos puede ayudar. Por otro lado, consumir algunos alimentos que contienen metilxantinas (como la cafeína en el café, el té o mate, o la teobromina en el cacao…) pueden favorecer a la concentración e incrementar nuestra resistencia y rendimiento, lo que nos ayudará a sentirnos con más energía.
No obstante, dedicar horas al esparcimiento sano y a cuidar nuestras emociones también supone una ayuda y un alivio. En este sentido, y (dentro del contexto de un patrón dietético mediterráneo), salir con nuestros seres queridos (marido, mujer, hermanos, amigos…) o compañeros de trabajo al terminar la jornada a tomarse de vez en cuando una cerveza y unas tapas (por ejemplo) en una terraza al aire libre o en un local agradable, es una buena forma de disfrutar y reírse mientras nos liberamos del estrés pues, no en vano, el ser humano es social.
Escrito por: Dr. Ramón de Cangas, nutricionista.
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